23.4.11

¿Dónde quedó la sorpresa?*

Comienzo con una confesión acerca de esta colaboración. Faltan pocos minutos para que se cumpla el plazo de entrega de la misma y son demasiadas las cosas que vienen a mi mente. La semana cierra con acontecimientos que por sí mismos obligan a la reflexión y demandan la atención de quienes nos preciamos, si bien no de entender, sí cuando menos de creer interpretar la realidad política. Y entre la vorágine de temas que afectan e impactan al país, frente a la difícil situación de encontrar una idea que concretar en tinta y papel, sólo se me ocurre una cosa: el surrealismo en que vivimos ha alcanzado tal nivel que cualquier hecho nos parece de coyuntura.

Secuestran a un presidente municipal. Los ministros de la Suprema Corte y el Jefe de Gobierno del Distrito Federal son acusados de la más vulgar corrupción. La Iglesia Católica descalifica a las instituciones políticas del país. Un “príncipe” de la jerarquía católica llama maricones a los homosexuales. El presidente municipal ya no está secuestrado, pues lo han asesinado. Se confirma que, cuando menos por los próximos 28 meses, las calles seguirán siendo patrulladas por militares. La austeridad no existe ni entre los representantes del pueblo. La violencia continúa y ondea, como su bandera, la impunidad.

En cualquier otro momento, en cualquier otra sociedad, uno sólo de estos hechos sería motivo para el escándalo, la reflexión profunda, el miedo de la gente, las acciones del gobierno. Para nosotros no. Es el pan nuestro de cada día. Es la rutina cruel y deshumanizada en la que nos hemos metido. Es el saldo promedio de una semana cualquiera en el México de 2010. Lo que otrora constituía un escándalo y una oportunidad de mejorar, hoy es coyuntura que no permite sino voltear la mirada a otro lado como queriendo esconder la realidad en el desconocimiento o la indiferencia.

¿Dónde quedó la sorpresa? ¿Dónde escondimos la capacidad de indignación y los deseos de lucha? ¿En qué momento se pudrieron nuestras expectativas de un destino mejor? ¿Dónde diablos olvidamos los principios y valores de los que todos, jerarcas religiosos, gobernantes, grandes señores del dinero, intelectuales, ciudadanos de a pie, nos llenamos la boca?

Hay quienes señalan que el hombre es tal, en tanto no existe otro ser vivo capaz de reflexionar y transformar una situación determinada a partir de sus ideas. Parece ser que hoy ya no somos hombres sino bestias que sólo esperan a que el temporal amaine y las condiciones cambien por el paso del tiempo, por obra de la naturaleza o por simple casualidad. Hoy ya nada nos sorprende, y sin embargo no somos capaces de prever lo que tarde o temprano nos alcanzará. Hoy ya nada nos indigna, pero todo nos molesta y de todo nos sentimos agredidos. La apatía, el desinterés, la desidia, el resentimiento, todos ellos, son los nuevos cánones bajo los que nos regimos.

¿De qué puede escribir uno cuando todo amerita espacio para el diálogo callado de una columna política? ¿Qué de todo lo que nos sucede se gana el primer lugar en el concurso de lo inaudito como para reflexionar acerca de ello? Ya nada pasa en una sociedad viciada hasta el cansancio por culpa de los de afuera, de aquellos que no identificamos como parte de lo nuestro más inmediato: de los políticos, los medios, los empresarios, la delincuencia y demás categorías en las que nos ha dado por clasificarnos a nosotros mismos. Ya nada para en una sociedad viciada por ella misma.

Desde la página de un diario, hago votos para que las cosas cambien y la sorpresa vuelva a nosotros. Desde la máquina que dibuja estas letras, desde la desesperanza de un país triste, desde el más callado de los gritos, levanto la cara y enjugo el llanto de coraje e impotencia. Desde aquí, para que volvamos a la vida de la que hace tanto nos fuimos.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 23 de agosto de 2010.

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