23.4.11

El "asquito" del gobernador González*

La razón de ser de un gobernante no es otra que la de atender y satisfacer las necesidades de aquellos a quienes gobierna, sin importar si uno y otros coinciden en creencias personales, religiosas, políticas o de cualquier otro tipo. Un gobernante lo es de todos, y no sólo de aquellos que éste considera cercanos o afines. Cuando el ejercicio del gobierno se desarrolla pensando en unos cuantos y no en la totalidad de la comunidad, el poder político se corrompe al máximo y degenera en situaciones facciosas sumamente peligrosas por intolerantes y autoritarias.

A lo largo de la historia, el ser humano ha variado como individuo frente a los gobiernos. De simple esclavo pasó a siervo y luego a ciudadano, adquiriendo derechos que por su sola condición humana consideramos hoy como indiscutibles. Hoy nadie cuestiona si una persona tiene derecho a expresar libremente sus opiniones o a profesar determinada creencia religiosa, siempre y cuando todo ello se haga dentro del marco de la ley. No es otra cosa que el Estado de Derecho, donde los ciudadanos convivimos libremente sin más límite que el de la ley, y el gobierno garantiza nuestros derechos, fomenta nuestro desarrollo y pugna por el bien común de todos.

Por ello, extraña que con tanta facilidad y ligereza un gobernante de la ralea de Emilio González Márquez se empeñe en gobernar únicamente para aquellos que piensan como él. Pareciera que en Jalisco, para ser ciudadano, se requiere pensar y sentir exactamente como su gobernador.

El pasado viernes, durante su participación en la Segunda Cumbre Iberoamericana de la Familia, Emilio González Márquez declaró que los matrimonios entre personas del mismo sexo le daban “asquito”. Así, “asquito”. Con toda impunidad, el gobernador de Jalisco califica como asquerosas las uniones entre personas del mismo sexo y a quienes participan en ellas. Con una falta de respeto del tamaño de su intolerancia, González Márquez cercena la dignidad de aquellos que no tienen preferencias sexuales “a la antigüita”.

Indudablemente, Emilio González tiene toda la libertad para pensar y expresar lo que quiera, así como para defender sus posturas y visiones en este y otros temas. Tan libre y ciudadano él como cualquier otro. Sin embargo, cuando una declaración falta al respeto y vulnera el derecho de otros, entonces su libertad ya no es tal. A González Márquez se le olvida que la Constitución Mexicana protege la dignidad de todos los mexicanos, todos, sin importar sus preferencias y si estas pueden provocarle “asquito”.

Pero esto no es todo. Emilio González Márquez no sólo es ciudadano, sino también gobernante. Como gobernador de Jalisco, no puede seleccionar a quienes quiere como gobernados, y ejercer el poder sólo a favor de estos. Sí, es verdad que nadie lo obliga a estar de acuerdo con la unión entre dos personas del mismo sexo, pero la ley lo constriñe a respetar a todos por igual y a gobernar sin distingos de ningún tipo.

Ojala que instituciones como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), actué conforme a la ley y llame a cuentas a un gobernador que no se ha distinguido por su tolerancia. Hace algunos meses, el Conapred actuó en contra de dos miembros del equipo de fútbol Pumas, que al parecer discriminaron a un jugador del equipo contrario por su raza y color de piel. En aquél momento, la instancia encargada de defender las diferencias entre los mexicanos actuó sin que mediara una queja por parte del afectado. Esperemos que en este caso se actúe de manera similar.

Y esperemos, también, que el asqueado gobernador no caiga en la tentación de gobernar únicamente para los heterosexuales que piensan como él. Porque si esto pasara en un Estado de Derecho como el mexicano las autoridades tendrían que corregir la situación y actuar en consecuencia, ¿verdad?

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 11 de octubre de 2010.

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