23.4.11

México y sus factores de cambio (IV)*

Quizá como ninguna otra, la política es hoy una actividad mal vista y quienes que se dedican activamente a ella son considerados como villanos por ese simple hecho. Como nunca, los políticos son vistos como la peor clase de hombres, sinónimo de corrupción, ineficiencia, falta de compromiso, incongruencia, arribismo y muchos otros calificativos negativos, peyorativos o incluso francamente insultantes. Esto no sólo no siempre ha sido así, sino que es, tal vez, el peor síntoma de lo mal que estamos como sociedad política, como Estado.

Los políticos, la política en general, tienen que cambiar para que México se transforme en aquello que queremos para nuestro futuro como sociedad. No son las instituciones y los procedimientos los que reclaman un cambio urgente, sino aquellos personajes que día con día ejercen la actividad más noble del ser humano, la de ayudar a construir un destino común, la de la política.

En este espacio, hemos reflexionado acerca del papel que en nuestro Estado juegan la sociedad y los medios de comunicación, y la responsabilidad que tienen ambos en la consolidación de una organización política democrática y participativa sustentada en valores como la verdad, la solidaridad, la honestidad, el trabajo, entre otros. Pero, ¿qué papel juegan dentro de todo esto aquellos hombres que también son sociedad y que por sus actividades cotidianas consideramos como una raza diferente? ¿Cuál es la responsabilidad que, frente a la necesidad de cambios, tienen los políticos?

Efectivamente, el político tiene que ser una clase de hombre diferente al resto de una comunidad. El político, si pretende honrar su actividad, tiene que ser el más claro ejemplo de aquello a lo que cualquier individuo debe que aspirar. Antaño, en los tiempos de las primeras sociedades organizadas, el político era aquél hombre dechado de virtudes, de cualidades especiales que lo distinguían del resto. El político, el verdadero hombre que busca el bien de su comunidad, solía ser aquel que no sólo tenía una visión clara de hacia dónde había que trabajar para lograr la meta deseada, sino que lo hacía convirtiéndose en el ejemplo del hombre que la sociedad necesitaba.

Hoy, desafortunadamente, son escasísimos los casos de hombres y mujeres que pueden ser considerados como arquetipo del político que cualquier sociedad requiere. La política ha dejado de ser el vehículo para luchar por el bienestar de los demás y se ha convertido en el mecanismo para obtener logros personales, beneficios económicos o la simple ostentación del poder. Pero también hoy, afortunadamente, los políticos, y aquellos que aspiran a serlo, tienen la magnífica oportunidad de recomponer el camino y demostrarle a la sociedad que se puede recuperar la nobleza de esta actividad.

México demanda un mejor comportamiento de su sociedad y una actitud más responsable de sus medios de comunicación, pero también solicita, desesperadamente, de hombres y mujeres que con su ejemplo nos demuestren que es posible cambiar y transformar nuestra cruda realidad. México quiere un cambio, y son nuestros líderes, nuestros hombres de Estado, quienes tienen que escalar la porquería y los antivalores entre los que hoy vivimos para colocarse como los más claros ejemplos a seguir.

Basta ya de políticos que buscan una posición para hacer negocios, de quienes ansían la parafernalia que rodea al cargo, de quienes buscan la foto y la nota para alimentar al ego. Basta la doble moral con la que muchos se conducen, arguyendo la necesidad de hacer de nuestro país un mejor lugar y cediendo a las tentaciones de los beneficios personales. Los políticos requieren cambiar y con ello rescatar a la política. El cambio en los políticos de hoy será la transformación del Estado de mañana.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 26 de julio de 2010.

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