23.4.11

La politización de la ciudadanía*

En 2004, Jorge Castañeda Gutman, primer secretario de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Vicente Fox, anunció sus intenciones para participar como candidato independiente en las elecciones presidenciales de 2006. Como es de todos conocido, sus aspiraciones fueron frenadas argumentando que para participar como candidato a un puesto de elección popular era menester hacerlo a través de un partido político. Hasta ahí el ejemplo más inmediato de las intenciones y acciones de una persona para participar como candidato sin el respaldo directo de un partido.

Desde hace varios años, diversos columnistas, académicos, comunicadores, líderes sociales e incluso políticos, han venido hablando de la “ciudadanización de la política”. Cuando hacen referencia a esta idea, pareciera que la misma implica la solución a los problemas por los que México atraviesa desde hace tiempo. Al hablar de ciudadanizar la política, entiendo que quienes recurren a esta frase lo hacen asumiendo que los partidos políticos y las instituciones del poder corrompen al ciudadano común y corriente. El hombre es bueno hasta que se vuelve candidato de un partido.

Nos hemos perdido en una hipocresía disfrazada de indignación y asombro. Los políticos no son ciudadanos. Los corruptos no son ciudadanos. Los delincuentes no son ciudadanos. No. Ellos son políticos, corruptos y delincuentes. Ellos son quienes tuercen los valores inmaculados de nuestra sociedad perfecta, y por eso necesitamos menos políticos y más ciudadanos. ¡Vengan a nosotros los ciudadanos! ¡Vengan a nuestros gobiernos los ciudadanos! ¡Vengan al poder los ciudadanos! ¡Vengan todos, que serán ellos quienes nos hagan libres!

Con un poco de honestidad y bastante cinismo, ¿no podríamos reconocer que no somos tan diferentes del diputado que falta a las sesiones? ¿No haríamos bien al aceptar que si el policía acepta dinero para voltear la cara al otro lado, es porque nosotros se lo ofrecemos después de haber violado la ley? ¿No seríamos mejores si asumiéramos que todos, absolutamente todos y no sólo nuestros gobernantes, hemos caído en la mentira y la hipocresía haciendo de estas recursos cotidianos para el pretexto y la justificación?

Estoy convencido que si el Estado Mexicano hubiese permitido la candidatura de Jorge Castañeda y éste hubiese ganado las elecciones presidenciales, hoy lo consideraríamos tan político como a Manlio Fabio Beltrones, Andrés Manuel López Obrador o César Nava. Las percepciones, reales o ficticias, de los vicios de los hombres del poder dependen de su ubicación en el poder mismo, y no de su origen partidista o apartidista. Tan político uno como los otros. Tan ciudadano unos como el otro.

Por eso estoy en contra del absurdo de la “ciudadanización de la política”. Confío, mucho más, en la conveniencia de politizar a una ciudadanía que hoy en día, como desde siempre, se encuentra ajena a lo que pasa a su alrededor. Con enorme frecuencia, los ciudadanos nos abstraemos de lo que pasa en el terreno de lo público, de aquello que afecta e impacta en los demás. No sabemos quienes nos gobiernan. No nos interesa conocer el nombre y rostro de nuestros representantes. No acudimos ni siquiera a votar.

La nuestra es una sociedad con ciudadanos que poco hacemos por participar en lo que nos compete a todos. En este sentido, ¿qué podemos esperar de quienes nos gobiernan, sin importar las siglas del partido que los hayan impulsado, si estos provienen de una sociedad que confunde poder con ambición y política con corrupción? Así, quienes entraron lo hicieron con una visión equivocada, y quienes desde fuera juzgan y critican lo hacen con el sesgo de la desinformación, el resentimiento y los prejuicios. Antes de hablar de ciudadanizar la política tendríamos que buscar una sociedad más política, una ciudadanía politizada.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 13 de diciembre de 2010.

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