23.4.11

El resquebrajamiento de la izquierda (II)*

En nuestra pasada colaboración presentamos un muy breve diagnóstico de las condiciones en las que se formó el sistema político mexicano, así como de los momentos en que comenzó la descomposición de uno de sus principales elementos: el Partido de la Revolución Democrática como unificador y catalizador de la izquierda. En las siguientes entregas explicaremos nuestra afirmación en torno al resquebrajamiento que actualmente vive la izquierda políticamente organizada.

En primer lugar, es menester señalar que el PRD ha sido la más sólida expresión de la izquierda política mexicana. Aún cuando a lo largo de la historia han existido movimientos específicos identificados con una ideología de izquierda, el PRD se ha consolidado como un partido político con más de dos décadas de existencia, presencia nacional y estabilidad electoral, la cual incluso le ha permitido ganar puestos de elección popular en todos los niveles, con excepción de la Presidencia de la República. A diferencia de los movimientos de izquierda que tradicionalmente han existido en México, se trata de la institucionalización de la izquierda a través de un partido.

Señalado lo anterior, conviene preguntarnos ¿qué función tiene un partido político de esta naturaleza en un país como México? En primer lugar, igual que cualquier partido político, ganar elecciones y ocupar puestos de representación. Para lograr esto, un partido cuenta con militantes y simpatizantes, los cuales participan porque encuentran en esta opción política ideas y propuestas con las que coinciden. Dicho de otra manera, el PRD existe porque gracias a su ideología y a que muchos mexicanos la comparten, tiene posibilidad de ganar elecciones y constituirse como parte del gobierno.

Pero el PRD no sólo cumple con ese papel. En un país como México, donde las desigualdades se perciben en todas partes, un partido de izquierda debe buscar la mejora de las mayorías desprotegidas, al tiempo que sirve como catalizador de grupos radicales que se incorporan a la vida institucional del país en lugar de actuar al margen de la ley. Por la situación que actualmente se vive en el país, quizá esta función sea más trascendental que la de ganar elecciones. Desafortunadamente, pareciera que a los actuales dirigentes del Partido de la Revolución Democrática se les ha olvidado esto. Pareciera que hoy ganar elecciones y obtener financiamiento es lo único.

Más allá de la pugna que ha iniciado entre sus principales figuras por la candidatura a la Presidencia de la República, cuestión más que natural en cualquier partido político, preocupa la diferencia de opinión en cuestiones fundamentales que se ha establecido entre las corrientes que componen al partido. Me refiero por supuesto al dilema de las alianzas entre este partido y el PAN, y en las consecuencias que cualquier decisión tendrá.

Hay quienes defienden la importancia de consolidar alianzas electorales que les permitan ser competitivos frente al PRI. Otros aducen que este tipo de alianzas son incongruentes y restan credibilidad, pero sobre todo honestidad, a su propuesta política. En lo particular, considero que una alianza electoral es válida cuando se integra con el fin de construir un proyecto común entre las distintas fuerzas que participan en ella. No es admisible argumentar que dos o más partidos sumen candidato, propuesta y votos, simple y llanamente con el fin de evitar el triunfo de sus adversarios. Más aún, las alianzas carecen de toda lógica cuando quienes la conforman son partidos tan antagónicos como PAN y PRD.

El primer yerro del perredismo que llevará al resquebrajamiento de la izquierda es haber dado más valor al odio, rencor y resentimiento que muchos de sus dirigentes sienten por el PRI y que comparten con sus pares de Acción Nacional.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 25 de octubre de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario