23.4.11

Honrar la vida*

Siempre he creído que son nuestras acciones y nuestros valores los que nos distinguen de los demás. Son nuestros hechos, pero también lo que está detrás de ellos, lo que nos hace diferente al resto. Hace tiempo escuchaba una canción de una gran compositora argentina, Eladia Blázquez, que habla de aquellas cosas que realmente importan para no simplemente vivir y pasar de largo, sino para, en toda la extensión de la palabra, honrar la vida. “Honrar la vida” es un tango inmortalizado por Mercedes Sosa, otra argentina excepcional. Sin embargo, no fue en la voz de La Negra Sosa que conocí esta composición, sino en la de una mujer a la que admiro, respeto y quiero entrañablemente: Beatriz Paredes.

Hoy inicia la última semana de Beatriz Paredes como Presidenta del Partido Revolucionario Institucional, y con el fin de su gestión quedará en la historia política de México un ejemplo de congruencia política y compromiso social como pocos han existido. Beatriz, tlaxcalteca de vistosos huipiles, mirada profunda y voz enérgica, se despide de una de las tribunas desde donde sus palabras han alcanzado mayor resonancia. Beatriz, la preocupada por los pobres, las mujeres y los jóvenes, termina el encargo más político que hasta ahora ha tenido, dejando un hueco en momentos en los que la claridad y la sensatez no son las principales cualidades de la mayoría de nuestros políticos.

No es el cariño tan grande que siento por ella el que me hace afirmar que no encuentro en el panorama político a otra mujer cuya trayectoria haya servido para honrar el verdadero sentido de la vida. Muchos son los hombres públicos que pasan de largo. Sólo algunos quedan en nuestra memoria. Pero son pocas, contadísimas, aquellas personas que logran trascender por haber vivido con la suficiente dignidad y libertad de espíritu para combatir las injusticias, ignorar las frivolidades y combatir la ceguera del individualismo. Beatriz, tan llena de libertad, tan vasta de dignidad, es una de ellas.

Quizá lo que hace a Beatriz tan especial y tan distinta al resto de los políticos tiene que ver precisamente con lo que da título a esta colaboración. Beatriz, como pocos, entiende de música, se apasiona por la literatura, inventa poesías, admira el arte. Beatriz, a diferencia de muchos, es una política que sabe entender la pasión y el sentimiento que encierran las muestras culturales. Y es la relación con el arte y la cultura la que hace que un hombre se ponga en contacto con lo más hondo de sus emociones y logre entender el verdadero sentido de su existencia. No tengo duda. Beatriz es una política que entiende el dolor de la pobreza, la injusticia, el hambre y la ignorancia, porque se mantiene tan humana como el más profundo de los artistas.

Más allá de los logros y fracasos como presidenta del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz es mucho más que un cargo efímero. Su voz se convirtió en un canto armonioso en un concierto en el que lo que prevalece son las descalificaciones, las mentiras y las estridencias de quienes buscan el poder sin saber para qué lo quieren. La conozco, y sé que el descanso de los reflectores y las responsabilidades de fundamental importancia durará lo que un suspiro. No es mujer que pueda quedarse quieta. No es de aquellas que dejan que la vida les pase por enfrente sin tomar la ocasión de cambiar la realidad. Bienvenida, Beatriz, a una nueva trinchera desde la que seguirás en lo que nunca has dejado de estar: honrar la vida.

Merecer la vida no es callar ni consentir tantas injusticias repetidas. Es una virtud, es dignidad y es la actitud de identidad más definida. Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas. Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida. Eso de durar y transcurrir no nos da el derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 28 de febrero de 2011.

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