23.4.11

Los grandes mitos de las alianzas (III)*

Las alianzas electorales entre PAN y PRD que se formalizaron en 2010, como hemos apuntado anteriormente, se llevaron a cabo con el fin primordial de restar fuerza al Partido Revolucionario Institucional y debilitar a Enrique Peña Nieto como el más factible candidato de este partido a la Presidencia de la República. Por ello, no es extraño imaginar que la gran prueba de fuego de este grotesco experimento electoral tendrá lugar el próximo 3 de julio en el Estado de México.

Como hemos señalado en las anteriores entregas, las uniones entre PAN y PRD se han vendido a la sociedad como un gran espejismo adornado de grandes mitos. Uno a uno, los mitos van cayendo y en el derrumbe va quedado al descubierto el conjunto de mentiras que tejieron Jesús Ortega y César Nava y que hoy pretende consolidar Gustavo Madero. Sin embargo, y como a continuación explicamos, el triunfo de la alianza PAN-PRD en el Estado de México se antoja francamente lejano.

Primero. Las condiciones políticas en el Estado de México son diametralmente opuestas a las vividas en aquellas entidades donde las alianzas arrojaron resultados electorales favorables. Mientras que en Oaxaca y Puebla gobernaban mandatarios poco queridos por la sociedad, en el Estado de México el titular del Ejecutivo es el Gobernador más popular y que menos rechazos genera entre la ciudadanía. Por lo que hace a Sinaloa, el Ejecutivo era encabezado por un político sin la suficiente fuerza política al interior del PRI estatal y de los grupos reales de poder, en tanto que en la entidad mexiquense Enrique Peña es respetado por la clase política de forma prácticamente unánime.

Segundo. El factor López Obrador juega un papel determinante, pues en esta elección se juega buena parte de su capital político rumbo al 2012. Si bien es cierto que Andrés Manuel López Obrador no estuvo de acuerdo en la conformación de alianzas en las elecciones de 2010, la oposición que estas encontraron por parte de aquél en Puebla y Sinaloa fue mínima, pues ni él ni el PRD contaban con la suficiente fuerza electoral para siquiera alcanzar el segundo lugar. En el caso de Oaxaca, el candidato de dicha alianza fue uno de sus más cercanos colaboradores, por lo que la máxima expresión de inconformidad de López Obrador consistió, si acaso, en la falta de apoyo directo a Gabino Cué.

Tercero. Ni el PAN ni el PRD cuentan con figuras lo suficientemente populares y con ascendencia y trabajo en la entidad, pero tampoco se avizora una ruptura en el PRI que les permitiera aprovechar la pepena de un candidato entre los aspirantes derrotados. Gabino Cué y Rafael Moreno Valle son personajes que han realizado su carrera política en sus respectivas entidades federativas y que cuentan con un trabajo de varios años y el reconocimiento por parte de la sociedad. Mario López Valdés, por su parte, antes de las elecciones en Sinaloa era el priísta mejor posicionado en las encuestas para ocupar la candidatura a gobernador. Luis Felipe Bravo Mena y Alejandro Encinas son políticos identificados por sus cargos a nivel nacional o incluso en otros estados, y resulta difícil de imaginar que Eruviel Ávila ni mucho menos Alfredo del Mazo participaran por otra opción política distinta al PRI.

Como estrategia electoral y política, las alianzas son un ejercicio altamente redituable. Cuando se realizan para formar gobiernos de coalición e integrar proyectos que beneficien a la sociedad, las alianzas resultan en mecanismos sumamente eficaces. El problema en nuestro país es que aquellos dirigentes de pacotilla que pretendieron vestirse de demócratas, en realidad se disfrazaron en monstruos grotescos con una enorme voracidad por el poder. En unos meses, al fin, la farsa quedará al descubierto y los grandes mitos de las alianzas habrán sido derrotados.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 21 de marzo de 2011.

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