23.4.11

Las moras de César Nava*

Inicio una nueva etapa en mi vida gracias al apoyo de Pilar Ferreira García, Directora Nacional de Información de Organización Editorial Mexicana, la empresa editorial más grande de América Latina y referente obligado de los medios de comunicación en el país. A ella, y a mi cómplice amigo que fungió como intermediario de estas inquietudes, infinitas gracias.

A raíz de la desafortunada pérdida de Carlos Monsiváis, hace unos días retomé un escrito publicado hacia finales del 2000 en la revista Letras Libres. En él, el gran Monsiváis dibuja con magistral claridad el retrato de un típico cacique de la política mexicana. Tomando como vivo ejemplo del cacicazgo político a Gonzalo N. Santos, el gran intelectual de lo cotidiano describe el comportamiento heredado de la Revolución por muchos dirigentes. Gonzalo N. Santos, arquetipo de la clase política que durante muchos años dominó la escena nacional, acuñó frases tan sorprendentes como que “la moral es un árbol que da moras”. Los valores de la sociedad como un tonto invento sin sentido y sin razón.

A varias décadas de distancia, el comportamiento de muchos de nuestros políticos pareciera seguirse rigiendo por la confusión de la ética y la botánica, de las moras como fruto y la moral como valores. Hace tan sólo unos días, con motivo de las elecciones que se celebrarán en 12 entidades del país, inició una guerra en la que pareciera que todo se vale. Da igual que la grabación de conversaciones telefónicas sea ilegal, si con ellas pretendo exhibir conductas de un opositor con el único fin de minarlo de cara a una elección. Da igual acusar a un gobernante de utilizar sus acciones de gobierno para beneficiar a su partido en las próximas elecciones. Esto da igual, porque para ellos la política no tiene moral.

Cesar Nava, quien hasta hace poco era presidente del PAN, al parecer es ahora titular de un órgano de inteligencia y espionaje al servicio del gobierno. Con la mayor desfachatez, Nava es capaz de presentar grabaciones ilegales en las que aparecen sus adversarios políticos. Lo mismo en las de Veracruz que en las de Oaxaca, las grabaciones que todos conocimos fueron obtenidas mediante la comisión de delitos y no tienen como fin una investigación del Estado Mexicano para sancionar a los responsables, sino simple y llanamente el de demeritar al partido político que representan y diezmar sus simpatías electorales.

Cesar Nava, quien actúa como caballero de las cruzadas cristianas combatiendo señores feudales infieles a la religión única, acusa la utilización de acciones y programas de gobierno al gobernador de Veracruz. Igualmente, la nueva versión del Investigador Clouseau y experto en escuchas telefónicas y “pájaros en el alambre”, monta en cólera por la presencia del gobernador del Estado de México en actos de campaña de candidatos priístas. Pero Cesar Nava aplaude como el peor de los patiños cuando, en vísperas de elecciones, se anuncia la eliminación de la tenencia vehicular no como estrategia para incentivar la economía, sino como simple medida electorera. Nava calla cuando secretarios de Estado acuden tan campantes a mítines de los candidatos del PAN o cuando el Presidente de le República se apersona en el Consejo Político de este partido.

La moral de Cesar Nava dista mucho de lo que fue este instituto político cuando luchaba contra el priísmo más autoritario y populista. La moral del presidente del PAN poco tiene que ver con los valores impulsados y cantados como premisa para conseguir la supuesta democratización del país y la generación de una mayor ciudadanía a partir de la alternancia en el poder. Al parecer, para Cesar Nava, arquetipo de la clase política de hoy, la moral sigue siendo el mismo árbol que daba moras en el San Luis Potosí de Gonzalo N. Santos.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 28 de junio de 2010.

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