23.4.11

Las lecciones de Guerrero*

El pasado domingo 30 de enero el pueblo guerrerense decidió en las urnas que el próximo gobernador será el ex priísta Ángel Aguirre. Más allá de lo sucio, violento y antidemocrático del proceso electoral, cuya última decisión corresponderá a la autoridad electoral, he encontrado decenas de columnas políticas que analizan las elecciones de una entidad federativa y a partir de sus conclusiones pretenden arribar a argumentos aplicables a la totalidad del país y del sistema político mismo. Creo, sin embargo, que lo conveniente es dar su justa dimensión a cada cosa y no perdernos en la inmediatez que sólo revela filias y fobias.

Si pretendemos analizar y entender lo que sucedió en Guerrero, podemos señalar lo siguiente. Se trató, como en la mayoría de las elecciones recientes, de un proceso en el que por encima de los intereses ciudadanos se colocaron las ambiciones de grupos. De igual manera, demostró que la congruencia ideológica no es una característica de los partidos y mucho menos de los políticos y que es preferible el pragmatismo rapaz. La elección en Guerrero fue, una vez más, la prueba de la ineficacia de nuestras autoridades, pero también de la debilidad de las instituciones políticas que se construyeron durante los últimos años del siglo XX.

El triunfo de Aguirre demuestra que en una elección el ciudadano valora, mucho más que antes, la trayectoria, el perfil y la experiencia del candidato. De igual manera, abona a la estadística que señala que para que el PRD gane una gubernatura, requiere de un candidato que no provenga de sus bases y que haya desfilado antes por otro partido. Adicionalmente, la victoria de Aguirre, pero sobre todo la forma en que ésta se dio, reafirma que el PAN y Felipe Calderón están dispuestos a todo, incluso a torcer su doctrina e ideología, con tal de evitar el avance del PRI.

La otra cara de la moneda, la derrota de Manuel Añorve, también deja valiosas lecciones para el análisis. En primer lugar, confirma que ante la mala selección de un candidato no existe campaña que lo haga ganar, pues las bases se sienten engañadas por sus dirigentes. Por otro lado, demuestra que en el PRI aún no se aprende que el peor mal que puede aquejar a este instituto político es la división interna, pues ello contribuye a la diáspora de militantes hacia otras opciones electorales. Por último, revela que a partir de ahora cada derrota del PRI será utilizada por la oposición como una derrota directa de Enrique Peña Nieto, principal aspirante rumbo al 2012.

En general, las elecciones en Guerrero demuestran que el PAN continúa siendo, igual que el PRD, un partido con presencia regional y sin una base electoral sólida en buena parte de las entidades federativas. Al margen de la declinación de último minuto del candidato blanquiazul, el PAN no hubiera obtenido más allá de un tres por ciento de los votos. En contraparte, el PRI confirma que, aún en las derrotas, en la gran mayoría de los estados cuenta con un piso superior al cuarenta por ciento de la votación.

Estas, las que hemos señalado, son algunas de las conclusiones a las que podemos arribar después de un análisis serio y frio de lo sucedido en Guerrero. Aquellos que pretenden hacer un símil entre ésta y otras entidades federativas, suponen que la política es igual en todo el territorio mexicano y que los intereses y las condiciones se repiten en patrones idénticos. Quienes lo hacen deben imaginar que en el Estado de México Eruviel Ávila o Luis Videgaray serán candidatos por el PAN y el PRD, o que en el 2012 Manlio Fabio Beltrones conformará una alianza en contra de Enrique Peña de la mano de Manuel Camacho.

Guerrero fue lo que vimos hace una semana. A partir de ahora inicia un camino muy distinto. Demos a los hechos su justa dimensión y no pretendamos, a partir de ellos, construir la historia política de los próximos años.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 7 de febrero de 2011.

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