23.4.11

Medidas desesperadas*

El título que hoy lleva esta columna no hace referencia a una película de 1997 en la que el protagonista, un policía de San Francisco y padre de un niño enfermo, se ve obligado a doblar las reglas con tal de conseguir un trasplante de médula que salve la vida de su pequeño. El posible donador, un asesino condenado a cadena perpetua, hace lo necesario para tener una oportunidad, aunque sea mínima, para escapar de prisión. A lo largo de esta película, es posible ver hasta dónde es capaz de llegar alguien para conseguir lo que quiere. El problema, como decía al inicio, es que esta colaboración no intenta plantear una situación ficticia, sino una realidad a la que nos han orillado algunos destacados políticos.

El escenario, el Estado de México en 2011. Los protagonistas, Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Como actores de reparto, Eruviel Ávila, Alejandro Encinas, Luis Felipe Bravo Mena, Gustavo Madero, Jesús Zambrano y Dolores Padierna. La trama, cómo conseguir que Eruviel y el PRI fracasen en las elecciones y por lo tanto debiliten, aunque sea un poco, la eventual candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto. El desenlace, como en cualquier película de suspenso, de pronóstico reservado.

Nadie puede negar que lo que hoy vemos en el Estado de México promete emociones fuertes y que las situaciones que se sucederán en los días por venir darán mucho para el análisis. Sin embargo, es injusto y hasta mezquino llevar a la sociedad a una confrontación tal como a la que algunos de los protagonistas están dispuestos a llegar. Resulta inverosímil imaginar que el interés de muchos de los personajes que hemos mencionado sea simple y sencillamente debilitar a quien ven como un seguro adversario en las elecciones de 2012. Poco les importan las necesidades de los mexiquenses, pasar por encima de las leyes o continuar alimentando el descrédito y la desconfianza que la sociedad tiene por la política y por aquellos que en ella participan.

¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar panistas y perredistas para intentar debilitar a Eruviel Ávila y con ello dar a Enrique Peña la imagen de un político incapaz de mantener para su partido la entidad que gobierna? ¿Serán capaces de utilizar no sólo las trampas y triquiñuelas que ofrece el juego político, sino incluso accionar ciertos mecanismos del Estado que parecían ya enterrados gracias a la reciente democracia? ¿Cuál será el límite de sus medidas desesperadas con tal de no perder desde ahora las elecciones de 2012?

Sin pretender sumarme a quienes elaboran teorías de conspiración, estoy convencido que las elecciones de julio en el Estado de México aún nos deparan muchas sorpresas. En lo particular, no me extrañaría que, al ver frustrada la alianza formal entre PAN y PRD, el candidato panista, Luis Felipe Bravo Mena, decidiera participar simplemente con una candidatura testimonial para, a unas semanas o incluso días de la elección, declinar a favor de Alejandro Encinas. Tampoco sería raro que, desde el gobierno federal, se intentara acusar sin pruebas a Eruviel Ávila e incluso llevar el asunto al mismo destino que tuvo el perredista Gregorio Sánchez en Quintana Roo.

Nadie, ni los propios panistas y perredistas, puede negar que en este momento en el Estado de México el PRI y su candidato llevan una amplia ventaja en las preferencias electorales. Los priístas mexiquenses lo saben y harán una campaña en la que buscarán consolidar lo que hoy tienen. Sólo espero que el Estado de México no se convierta en el escenario donde el gobierno federal y los grupos perredistas más radicales e incongruentes, con tal de derrotar al adversario y sin importar el desbordamiento de la violencia que puedan provocar, estén dispuestos a realizar medidas desesperadas.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 4 de abril de 2011.

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