23.4.11

¿Independencia o descentralización sectorizada?*

Después de los festejos por el Bicentenario de la Independencia, la sociedad mexicana regresa a su rutina. Sin mayor oportunidad para el análisis y la reflexión, el gobierno se limitó a generar las condiciones necesarias para un espectáculo que, según sus propias palabras, “fue diseñado para verse por televisión”. La reducción del festejo del máximo hecho histórico a un simple show televisivo. Queda claro que si el secretario no obtiene la candidatura de su partido y el triunfo electoral, puede dedicarse a organizar eventos tipo Las Vegas o el Desfile de las Rosas.

En el poco espacio para la reflexión, aquella que tiene que ver con la mirada en perspectiva de dos siglos de historia, vale la pena preguntarnos si efectivamente somos independientes o si, como aquella triste fórmula aplicada en la Administración Pública, simplemente nos descentralizamos para sectorizarnos a nuevos yugos y peores males. Conflictuado como es, un amigo a quien le tengo un cariño paternal, me planteó la siguiente pregunta: ¿realmente hoy somos independientes, o más bien decidimos liberarnos de algo para encadenarnos a otro amo con nuevas formas de esclavismo?

Durante los últimos días, el gran escritor, pero sobre todo analista de la realidad, Héctor Aguilar Camín, ha planteado que el México de hoy es mejor al de hace 200 años. Yo le creo a Don Héctor, pero también afirmo que me preocuparía si no tuviera la razón. Efectivamente, hoy México es distinto al de 1810. Es distinto y es mejor. Pero ello no quiere decir que seamos una pizca de lo que durante cruentas gestas y agitadas conspiraciones, se pretendió construir. Si hace dos siglos Hidalgo buscaba liberarnos de la tiranía y el mal gobierno, ¿quién puede hoy negar que ambos nunca fueron derrotados?

Sí, efectivamente nos liberamos de España, pero durante muchos años, acaso antes que la globalización nos metiera a todos en el mismo saco, nos encadenamos a una dependencia económica con los Estados Unidos. Nadie puede negar que, una vez estabilizado el país, el siglo XX fue la muestra clara de la dependencia económica generada hacia el norte. ¿O fue la industrialización de mediados de siglo un proyecto de nación y no la necesidad de subsistencia por falta de productos que importar de un país enfrascado en una guerra?

Sí, hoy somos menos analfabetas y más los jóvenes que acuden a la escuela, pero la miseria, la desigualdad, la injusticia, siguen siendo jinetes que cabalgan por los campos mexicanos. Tanto dolía hace doscientos años como hoy. La falta de oportunidades para jóvenes y mujeres no se resuelve mediante cifras y estadísticas, sino con acciones con ruta y destino claros.

Sí, hoy tenemos una mayor esperanza de vida, gracias a instituciones sociales que fueron creadas a lo largo del siglo XX, pero a doscientos años de la primera arenga septembrina, tuvimos que inventar un mecanismo que permitiera incorporar a todos los mexicanos a los servicios de salud, sin que a la fecha podamos hablar de una verdadera cobertura universal.

Sí, hoy tenemos instituciones democráticas que nos permiten elegir a nuestros gobernantes, pero seguimos atados a la mezquindad de algunos cuantos que pretenden dominarnos a través de falsos discursos y estrategias en las que el único fin es ganar el poder, sin saber para qué lo quieren, sin entender siquiera para qué es.

Hoy somos un mejor país que hace doscientos años, pero dudo que seamos verdaderamente independientes. Si acaso, como mi paternal amigo señala, realizamos una descentralización sectorizada de nuestra dependencia, de nuestros problemas y de nuestros males. Entre todo, me queda el consuelo del Centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México, insigne institución de todos los mexicanos. ¡Felicidades a los universitarios y a todo el pueblo de México!

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 20 de septiembre de 2010.

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