23.4.11

Son unos cínicos*

Uno tras otro van dejando la estela que marca el camino que han andado en su lucha por el poder. Los hechos nos han mostrado quiénes son en realidad y no sólo lo que buscan, sino lo que están dispuestos a hacer para conseguirlo. Para ellos la política no es un mecanismo - quizá el más noble de todos - para conseguir el mayor desarrollo de la sociedad. En realidad ellos creen, están convencidos, que la política es el mejor medio para satisfacer sus ambiciones personales y obtener posiciones privilegiadas que les den el foro necesario para seguir escalando en una carrera individual alejada de los intereses comunes a todos.

Los políticos, la mayoría de ellos, se han convertido en unos cínicos. Los cínicos actúan con la sola lógica de alcanzar un cargo para, a partir de él, buscar uno de mayor responsabilidad. A manera de ejemplo podemos ver lo que sucede en el Distrito Federal. Los electores hemos votado tres veces para elegir a nuestro gobernante y tres veces habremos de quedarnos sin aquél a quien la mayoría eligió porque este puesto resulta una pista “natural” para despegar como candidato presidencial. Queda claro que cuando se postulan a este cargo lo hacen pensando en que, por el sólo hecho de alcanzarlo, habrán de convertirse en aspirantes obligados a la Presidencia de la República.

Y no importa si para lograr sus metas aprovechan todo aquello que les otorga la posición como funcionarios, como son recursos económicos, logística, medios de comunicación o incluso programas de gobierno. En su cinismo son capaces de aducir que las actividades políticas ajenas a su responsabilidad pública las realizan fuera de horarios de trabajo y con recursos propios.  

Me pregunto si un funcionario público del más alto nivel tiene horario de labores. Por supuesto que no. No podría entender que un gobernador o un secretario de Estado sólo tenga responsabilidad de lunes a viernes de nueve a seis. Me pregunto si cuando viajan a alguna entidad federativa donde habrán de celebrarse elecciones lo hacen en vuelos comerciales pagados por sus recursos personales. Por supuesto que no. Los viajes se realizan en aviones oficiales o, peor aún, en aeronaves facilitadas por personajes que evidentemente no lo hacen sin intereses concretos y un tanto perversos.

O el caso de uno de los más populares secretarios del gabinete presidencial, quien con el apoyo de su jefe, así como de otros servidores públicos, se promueve como candidato al gobierno de su estado natal. No importa que el secretario de Salud ya haya sido reconvenido por el Instituto Electoral de Guanajuato por actos anticipados de campaña, pues él dice que como ciudadano tiene el derecho de asociarse con fines políticos. ¡Por supuesto que está en todo su derecho! Pero por favor, que no lo haga con recursos públicos y fuera de lo que marca la ley. Y si lo hace, que no sea cínico y asuma las consecuencias de su actuación.

Pero si todo lo anterior es incorrecto, lo peor es el cinismo que muestran cuando defienden su comportamiento y atacan el de otros. La vieja artimaña del ladrón que grita “¡agarren al ladrón!” para confundir a la gente y salirse con la suya. De ese tamaño son aquellos cuya responsabilidad es servir a la gente. Así de miserables y ramplones son los cínicos de la nueva política.

¿Sabrán el daño que con sus actitudes le provocan a la sociedad y el desprestigio que han causado a una actividad que tendría que ser la más noble como es la de la política? Estoy seguro que no. Y lo afirmo porque la vocación de servicio cada día es más escasa. Los políticos, los verdaderos hombres preocupados por contribuir al desarrollo de sus pueblos, cada día son más escasos. Los políticos, los verdaderos hombres de Estado con visión clara y rumbo definido, están en peligro de extinción. Los políticos, los verdaderos y reales políticos, fueron sustituidos por los cínicos.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 14 de febrero de 2011.

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