23.4.11

México y sus factores de cambio (II)*

Inicio con varias preguntas para el lector. ¿Somos una sociedad que aporta las condiciones necesarias para que todos y cada uno de sus miembros nos desarrollemos plenamente? ¿Nuestro comportamiento como individuos es comparable con aquél que deseamos de nuestros semejantes? ¿Podemos aspirar a contar con un gobierno democrático a partir de lo que hoy somos como pueblo mexicano? Dejo estas preguntas como espacio para la reflexión.

Estoy convencido, porque la experiencia de otras sociedades en tiempos y lugares distintos así lo señala, que lo más importante en el desarrollo de cualquier Estado es su pueblo. Es la gente quien con sus actitudes genera las condiciones más elementales sobre las cuales se traza un sistema político y en torno a las que éste evoluciona. Las actitudes del pueblo son al Estado lo que los alimentos al cuerpo. En buena medida nuestro organismo funciona, bien o mal, gracias a lo que ingerimos.

Es incuestionable que hoy en día la sociedad mexicana no funciona de la mejor manera. Las grandes y dolorosas diferencias entre sus miembros evitan que la sociedad avance no sólo por el mismo camino, sino incluso hacia el mismo destino. Existen agentes como la economía, las leyes, la influencia internacional, entre muchos otros, que determinan parte del comportamiento de la sociedad. No obstante hay otros que tienen que ver exclusivamente con las decisiones que como personas tomamos, y que no se ven influidos por factores que no dependen de nosotros. A esos me referiré por ser los que tenemos que cambiar para comenzar a andar un mismo camino que nos lleve al destino común.

Como sociedad, el primer tema que tenemos que resolver es el de reconocernos como somos y dejar de lado visiones conformistas, incompletas e incluso hipócritas. Hoy somos una sociedad que ha sustituido buena parte de sus valores por comportamientos contrarios a la esencia de lo común, de lo que es bueno para todos. Considero que los principales son los siguientes:

La impunidad. Aún cuando nos quejamos del comportamiento de nuestros políticos y nuestras autoridades porque constantemente violan la ley y se corrompen, no menos corruptos somos nosotros. Quien para ahorrar tiempo o pasos da en su vehículo una vuelta prohibida o no atraviesa la calle por el lugar señalado, se corrompe y se mantiene impune. Las leyes pueden ser buenas o malas y podemos estar o no conformes con ellas, pero son leyes que debemos cumplir. Para tener mejores leyes lo primero que hay que hacer es cumplir con las que ya existen.

El egoísmo. Con excepciones como las de los desastres naturales que afectan a una población determinada, somos una sociedad que piensa “primero yo, después yo y al final yo”. Hemos sustituido la solidaridad que permite ir de la mano por un egoísmo en el que el individuo transcurre sin importar a quien tiene que hundir para que el pueda avanzar. No nos hemos dado cuenta que si quienes nos rodean no están bien, nosotros mismos terminaremos por estar mal. Debemos pensar más en plural que en singular.

El materialismo. El éxito se mide por el dinero que acumulamos, los bienes que poseemos y el poder que obtenemos. En estos días, poco importan valores como la amistad, el amor, el compañerismo, la honestidad, la salud, o el esfuerzo. Lo que hoy nos hace triunfadores es aquello que podemos ver y tocar, aquello físico que está fuera de la intimidad de nuestra conciencia. ¿Y eso material nos compra la felicidad y la plenitud a la que como personas debemos aspirar?

Estamos obligados a reflexionar si somos individuos aislados o somos parte de un todo común. Estamos obligados a aprovechar un momento en el que la sociedad se encuentra distante de sí misma para recomponernos y reconciliarnos hacia un mismo destino. La sociedad es el primer factor de cambio.

* Publicado en los diarios de Organización Editorial Mexicana el 12 de julio de 2010.

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